TRABAJO PRACTICO OBLIGATORIO: CIENCIA
El
trabajo es de carácter individual, deberás entregarlo en hoja rayada n°3, manuscrito,
letra cursiva, azul. El día de entrega es el lunes 27 para 1°Ai y el miércoles
29 de agosto para 1° Bi.
Los
criterios que se tomarán en cuenta a la hora de evaluar son: presentación en
tiempo y forma, prolijidad y el cumplimiento de las consignas, identificación de
ideas principales del texto, claridad,
precisión, brevedad y originalidad del resumen y el uso de reglas ortográficas.
I.
Lee el siguiente texto y luego resuelve las
consignas propuestas:
El
caso Semmelweis
Como simple ilustración de algunos
aspectos importantes de la investigación científica, parémonos a considerar los
trabajos de Semmelweis en relación con la fiebre puerperal. Ignaz Semmelweis,
un físico de origen húngaro, realizó esos trabajos entre 1844 y 1848 en el
Hospital General de Viena.
Como miembro del equipo médico de la
Primera División de Maternidad del hospital, Semmelweis se sentía angustiado al
ver que una gran proporción de las mujeres que habían dado a luz en esa
división contraían una seria y con frecuencia fatal enfermedad conocida como
fiebre puerperal o fiebre de sobreparto. En 1844, hasta 260, de un total de
3.157 madres de la División Primera - un 8,2 %- murieron de esa enfermedad; en
1845, el índice de muertes era del 6,8 %, y en 1846, del 11,4. Estas cifras
eran sumamente alarmantes, porque en la adyacente Segunda División de
Maternidad del mismo hospital, en la que se hallaban instaladas casi tantas
mujeres como en la Primera, el porcentaje de muertes por fiebre puerperalera
mucho más bajo: 2,3, 2,0 y 2,7 en los mismos años. En un libro que escribió más
tarde sobre las causas y la prevención de la fiebre puerperal, Semmelweis
relata sus esfuerzos por resolver este terrible rompecabezas.
Semmelweis empezó por examinar varias
explicaciones del fenómeno corrientes en la época; rechazó algunas que se
mostraban incompatibles con hechos bien establecidos; a otras las sometió a
contrastación. Una opinión ampliamente
aceptada atribuía las olas de fiebre puerperal a «influencias epidémicas» que
se describían vagamente como «cambios atmosférico-cósmicos-telúricos», que se
extendían por distritos enteros y producían la fiebre puerperal en mujeres
que se hallaban de sobreparto. Pero,
¿cómo -argüía Semmelweís- podían esas influencias haber infestado durante años
la División Primera y haber respetado la Segunda? Y ¿cómo podía hacerse
compatible esta concepción con el hecho de que mientras la fiebre asolaba el
hospital, apenas se producía caso alguno en la ciudad de Viena o sus
alrededores. Una epidemia de verdad, como el cólera, no sería tan selectiva.
Finalmente, Semmelweis señala que algunas
de las mujeres internadas en la División
Primera que vivían lejos del hospital se habían visto sorprendidas por los
dolores de parto cuando iban de camino, y habían dado a luz en la calle; sin
embargo, a pesar de estas condiciones adversas, el porcentaje de muertes por
fiebre puerperal entre estos casos de «parto callejero era más bajo que el de
la División Primera.
Según otra opinión, una causa de mortandad
en la División Primera era el hacinamiento. Pero Semmelweis señala que de hecho
el hacinamiento era mayor en la División Segunda, en parte como consecuencia de
los esfuerzos desesperados de las pacientes para evitar que las ingresaran en
la tristemente célebre División Primera.
Semmelweis descartó asimismo dos
conjeturas similares haciendo notar que no había diferencias entre las dos
divisiones en lo que se refería a la dieta y al cuidado general de las
pacientes.
En 1848 una comisión designada para investigar
el asunto atribuyó la frecuencia de la enfermedad en la División Primera a las
lesiones producidas por los reconocimientos poco cuidadosos a que sometían a
las pacientes los estudiantes de medicina, todos los cuales realizaban sus
prácticas de obstetricia en esta división. Semmelweis señala, para refutar esta
opinión, que (a) las lesiones producidas naturalmente en el proceso del parto
son mucho mayores que las que pudiera producir un examen poco cuidadoso; (b)
las comadronas que recibían enseñanzas en la División Segunda reconocían a sus
pacientes de modo muy análogo, sin por ello producir los mismos efectos; (c)
cuando, respondiendo al informe de la comisión, se redujo a la mitad el número
de estudiantes y se restringió al mínimo el reconocimiento de las mujeres por
parte de ellos, la mortalidad, después de un breve descenso, alcanzó sus cotas
más altas.
Se acudió a varias explicaciones
sicológicas. Una de ellas hacía notar que la División Primera estaba organizada
de tal modo que un sacerdote que portaba los últimos auxilios a una moribunda
tenía que pasar por cinco salas antes de llegar a la enfermería: se sostenía
que la aparición del sacerdote, precedido por un acólito que hacía sonar una
campanilla, producía un efecto terrorífico y debilitante en las pacientes de
las salas y las hacía así más propicias a contraer la fiebre puerperal. En la
División Segunda no se daba este factor adverso, porque el sacerdote tenía
acceso directo a la enfermería. Semmelweis decidió someter a prueba esta
suposición. Convenció al sacerdote de que debería dar un rodeo y suprimir el
toque de campanilla para conseguir que llegara a la habitación de la enferma en
silencio y sin ser observado. Pero la mortalidad no decreció en la División
Primera.
A Semmelweis se le ocurrió una nueva idea:
las mujeres, en la División Primera, yacían de espalda, en la Segunda, de lado.
Aunque esta circunstancia le parecía irrelevante, decidió, aferrándose a un
clavo ardiendo, probar a ver si la diferencia de posición resultaba
significativa. Hizo, pues, que las mujeres internadas en la División Primera se
acostaran de lado, pero, una vez más, la mortalidad continuó.
Finalmente, en 1847, la casualidad dio a
Semmelweis la clave para la solución del problema. Un colega suyo, Kolletschka,
recibió una herida penetrante en un dedo, producida por el escalpelo de un
estudiante con el que estaba realizando una autopsia, y murió después de una
agonía durante la cual mostró los mismos síntomas que Semmelweis había
observado en las víctimas de la fiebre puerperal. Aunque por esa época no se
había descubierto todavía el papel de los microorganismos en ese tipo de
infecciones, Semmelweis comprendió que la «materia cadavérica» que el escalpelo
del estudiante había introducido en la corriente sanguínea de Kolletschka había
sido la causa de la fatal enfermedad de su colega, y las semejanzas entre el
curso de la dolencia de Kolletschka y el de las mujeres de su clínica llevó a
Semmelweis a la conclusión de que sus pacientes habían, muerto por un
envenenamiento del mismo tipo: los portadores de la materia infecciosa, porque
él y su equipo solían llegar a las salas inmediatamente después de realizar
disecciones en la sala de autopsias, y reconocían a las parturientas después de
haberse lavado las manos sólo de un modo superficial, de modo que éstas
conservaban a menudo un característico olor a suciedad.
Una vez más, Semmelweis puso a prueba esta
posibilidad. Argumentaba él que si la suposición fuera correcta, entonces se
podría prevenir la fiebre puerperal destruyendo químicamente el material
infeccioso adherido a las manos. Dictó, por tanto, una orden por la que se
exigía a todos los estudiantes de medicina que se lavaran las manos con una
solución de cal clorurada antes de reconocer a ninguna enferma. La mortalidad
puerperal comenzó a decrecer, y en el año 1848 descendió hasta el 1,27% en la
División Primera, frente al 1,33 de la Segunda.
En apoyo de su idea, o, como también
diremos, de su hipótesis Semmelweis hace notar además que con ella se explica
el hecho de que la mortalidad en la División Segunda fuera mucho más baja: en
ésta las pacientes estaban atendidas por comadronas, en cuya preparación no
estaban incluidas las prácticas de anatomía mediante la disección de cadáveres.
La hipótesis explicaba también el hecho de que la mortalidad fuera menor entre
los casos de “parto callejeros”: a las mujeres que llegaban con el niño en
brazos casi nunca se las sometía a reconocimiento después de su ingreso, y de
este modo tenían mayores posibilidades de escapar a la infección.
Asimismo, la hipótesis daba cuenta del
hecho de que todos los recién nacidos que habían contraído la fiebre puerperal
fueran hijos de madres que habían contraído la enfermedad durante el parto;
porque en ese caso la infección se le podía transmitir al niño antes de su
nacimiento, a través de la corriente sanguínea común de madre e hijo, lo cual,
en cambio, resultaba imposible cuando la madre estaba sana.
Posteriores experiencias clínicas llevaron
pronto a Semmelweis a ampliar su hipótesis. En una ocasión, por ejemplo, él y
sus colaboradores, después de haberse desinfectado cuidadosamente las manos,
examinaron primero a una parturienta aquejada de cáncer cervical ulcerado;
procedieron luego a examinar a otras doce mujeres de la misma sala, después de
un lavado rutinario, sin desinfectarse de nuevo. Once de las doce pacientes
murieron de fiebre puerperal. Semmelweis llegó a la conclusión de que la fiebre
puerperal podía ser producida no sólo por materia cadavérica, sino también por
“materia pútrida procedente de organismos vivos”.
En base a lo
que leíste en el texto, responde las siguientes preguntas:
1. ¿De qué
problema parte Semmelweis para plantear sus hipótesis?
2. ¿Qué es
una hipótesis?
3. ¿Cuáles
son las hipótesis que planteó el doctor?
4. ¿Cómo
hizo para ponerlas a prueba?
5. ¿Cuál es
la relación entre una hipótesis y las pruebas?
6. Inventa
una hipótesis cualquiera y explica cómo la pondrías a prueba.
II.
A partir del texto “Gajes de oficio” de Gabriel Gellón
y del texto de “La ciencia como producto y como proceso” de Melina Furman, explica
en forma breve de que se trata cada texto, identificando las ideas principales
de cada uno.
III.
¿Como se relacionan ambos textos?